La universidad y el profesor (I)

Hace ya unos cuantos meses participé en una mesa redonda sobre políticas de incentivación del profesorado universitario dentro de uno de los cursos de verano de El Escorial, organizado en este caso por la Universidad Complutense. Aunque insistentemente me pidieron que pusiera por escrito mi presentación para publicarla junto con las demás ponencias -y a pesar de que la tenía escrita de mi puño y letra; me había negado a mí mismo el uso del «powerpoint»-, nunca lo llegué a hacer por varias razones que ahora no vienen al caso.

En la primera parte de mi intervención reflexionaba en voz alta sobre qué clases de profesores universitarios hay (porque si se quiere incentivar algo habrá que saber qué es lo que se quiere incentivar, digo yo). Así que empecé con estas profundas palabras: Profesores universitarios hay de tres clases, buenos, malos y regulares. Y de ahí no me bajé en toda la charla y el posterior debate. Ya sé que la clasificación parece simplista -vale, no parece, es simplista-, pero tendréis que reconocer que todo el mundo la entiende y que es fácil de usar.

Lo difícil es definir qué es un buen profesor, porque los malos los sabemos reconocer casi todos y los regulares son los que quedan entre los buenos y los malos, la mayoría vamos. Yo siempre he dicho que de mayor quiero ser un buen profesor, y en ello estoy, haciéndome mayor 🙂 .

Según a quien se le pregunte la respuesta va a ser distinta. Un buen profesor puede ser el que explica claro, no molesta mucho y aprueba bastante, o el que asombra con sus conocimientos sobre la materia que imparte (y sobre las que no imparte también), o el que es capaz de sintonizar con sus alumnos y es gracioso en clase, o el que repite y repite con paciencia los conceptos hasta que la mayoría de sus alumnos ponga cara de haberlos comprendido, o el que sea capaz de equilibrar lo que da con lo que exige, y así podríamos seguir mucho más tiempo porque no hay respuestas claras ni únicas a la pregunta.

Evidentemente hay cualidades que algunas personas tienen de por sí y otras tienen que aprender a trabajar y que ayudan a conseguir ser un buen profesor. Una de ellas es la capacidad de comunicarse con los demás, no de comunicar sino de comunicarse: comunicar es lo que hacen los presentadores de telediarios, eso no sirve.

Pero antes de seguir tengo que dejar claro cuáles son mis puntos de referencias, mis orígenes de coordenadas (lo de mis principios lo dejaremos para otra ocasión), la base sobre la que yo quiero llegar a ser buen profesor; después veremos también cuáles son las dificultades que se encuentra uno para conseguirlo. Para empezar, siempre me acuerdo de alguna frase de Paulo Freire, algunas de ellas las podéis encontrar en el enlace que he puesto en su nombre. Comparto con él lo esencial de su pensamiento, y quien crea que sus ideas sobre la pedagogía se reducen a los primeros pasos de la educación, la alfabetización sobre todo, y que no tienen cabida en un entorno universitario es que no lo conocen adecuadamente. El le da importancia fundamental al pensamiento crítico y a la pedagogía de la pregunta. Y esas son las bases de mi concepción de la enseñanza. Yo no pretendo transmitir conocimiento, no quiero ser un profesor que explica muy bien, ordenadito, que consigue que sus alumnos cojan muy buenos apuntes, o que dicta literalmente los apuntes (que creo que todavía hay muchos que lo hacen), un profesor que como he escuchado en alguna oposición sea el que entregue el testigo del saber a sus alumnos: yo aprendo esto y te lo transmito a ti (mira qué suerte).

Quiero ser un profesor que aprenda enseñando. Que las preguntas de mis alumnos sean las que me hagan crecer como profesor porque me tenga que enfrentar a ellas, a veces sin paracaidas. Que haga el camino con ellos. Sí, les puedo servir de guía, de acompañante en su aprendizaje, pero son ellos los que tienen que aprender, y yo aprender de ellos. Quiero ser un profesor que enseñe que hay que ser crítico con el saber, porque si no hay crítica no hay posibilidad de crecer en sabiduría, solo aceptación de lo que otros han establecido, que estará bien o no pero que tiene que ser sometido necesariamente a la crítica para que sea útil. Y si es posible, que no siempre lo es, construir un discurso coherente sobre la base de las preguntas que hagan los alumnos. Yo siempre les animo a preguntar, y les digo absolutamente convencido que no hay preguntas tontas, que las preguntas aparentemente tontas son las más difíciles de responder (¿por qué caerá una manzana del árbol siempre hacia abajo? ¿por qué casi siempre los núcleos de las células son redondos?), y por eso siempre empiezo mis clases desde hace muchos años de esa manera que ha recordado una alumna en un comentario a un artículo anterior: ¿alguna duda, alguna pregunta o comentario? Cuando alguien interviene en ese momento, sé que puedo empezar a procurar ser un buen profesor.

9 comentarios

  1. Arias

    Espero que este nuevo post no haya venido al caso de mi comentario sobre ti y otro profesor en el otro post…pensaría que he tocado un tema espinosillo.
    Yo diferencio tres tipos de profesores también: el que es bueno de por sí sin intentarlo, el que sabe que no lo es e intenta serlo a la fuerza y el que no lo es y pasa del tema. Éste último tipo es el que, por su perfil, es mayor (anciano), las pasó canutas en sus años de facultad (con algún profesor igualito a él, observamos desde la banca su frustración) y que quiere que sus alumnos pasen por el mismo trago que paso él. Además es el arquetipo inflexible, de: «Quiero que te estudies este tocho y como en el examen no pongas lo que yo quiero leer…vas a aprobar cuando las ranas crien pelo. Te vas a Grabada a acabar la licenciatura». (Hay alumn@s que van por su «doceava» convocatoria).
    Y después hay gente que ha nacido para esto, aunque con el tiempo vaya puliendo su docencia…(siempre hay asperezas que limar)y al que intenta ser el mejor se le nota a leguas.
    Pero vamos, que vamos avanzando gracias a estos tres tipos…todos lo hemos sufrido en algún momento, es un sinergismo que nos empuja hacia adelante…como biólog@s o como lo que sea, aprendemos de lo que nos rodea.

    abril 4, 2008 en 12:19 pm

  2. Arias

    Bueno…a Grabada no (es una errata), es Granada.

    abril 4, 2008 en 12:20 pm

  3. salvaguirado

    No te preocupes que el post ya se venía fraguando desde hace tiempo. Como ya te dije, el anterior post era solo una introducción, una declaración de intenciones (y éste está numerado porque seguramente habrá más). Sé que estos temas pueden ser espinosos y puñeteros, por eso siempre que hablo de los profesores hablo de categorías, no de personas (aunque para clasificarlos nos fijemos en los individuos, claro).
    Y como siempre, ésta es mi visión, que no es la única ni tiene por qué ser mejor que la de otro, pero es hacia dónde yo quiero ir, la meta que yo me propongo. En el fondo mi clasificación y la tuya son muy parecidas y hasta intercambiables según se mire.
    Iré escribiendo sobre los problemas que nos encontramos en el día a día, y probablemente también sobre las clases de alumnos que me he encontrado: ¿A que no sabes en cuántos tipos los distingo? 🙂

    abril 4, 2008 en 3:22 pm

  4. Arias

    Pues estaría muy bien que me lo dijeses, lo de la clasificación de los alumnos digo, por si me sé ubicar en algun grupo.

    abril 4, 2008 en 8:33 pm

  5. salvaguirado

    Je,je, la curiosidad pica. Perdona mi pequeña malicia. De todas formas yo tampoco hablo de los alumnos a nivel individual: las categorías son ¡las mismas!, buenos, malos y regulares. Y exactamente lo mismo serviría para médicos, abogados, jueces, escritores, y lo que quieras…
    Lo importante es cómo se definen las características de cada uno de los grupos. Prometo que hablaré de ello en referencia a los alumnos. Siempre desde mi punto de vista y con todos mis respetos hacia las personas, y más hacia ti que muestras interés por participar en este blog. Por otra parte estoy seguro de que tú y muchos más sabéis reconocer a los buenos y a los malos. Los regulares, como siempre, son los que están en medio.

    abril 5, 2008 en 7:38 am

  6. memuete

    Clasificacion de alumno? Bueno , esta el tipo 1 ( el empollon) que tiene una variante ( el empolon pelota) , el tipo 2 ( el tio listo , estudia poco y le va genial), el tipo 3( el pasota, ese que va a la facultad porque no hacen nada bueno en la tele), el tipo 4 ( ese pobre que estudia y estudia y no le luce.
    A mi el que mas rabia me da es el empollon pelota. Ese que se pasa los dias visitando, llamando etc a los profesores esperando ganarse su simpatia con el fin de sacar algun punto mas en el examen.
    Creo que cada uno de nosotros es capaz de juzgarse a si mismo y ubicarse en uno u otro grupo.

    abril 9, 2008 en 9:03 pm

  7. salvaguirado

    Hola memuete, gracias por intervenir en el blog. Tienes razón en que todos esos tipos de alumnos existen, y algunos más que se podrían añadir. Tendré en cuenta vuestros puntos de vista cuando escriba el artículo prometido sobre los alumnos… Por cierto, si quieres reirte un buen rato con clasificaciones de alumnos, profesores y demás, te recomiendo un libro que debería ser de cabecera para todos nosotros, El bestiario de la Universidad Española, de mi muy querido amigo Paco Gil. Cada vez que lo abro, y lo hago de vez en cuando por cualquier parte del libro, me tengo que reir sin poder parar.

    abril 10, 2008 en 7:59 am

  8. A ver qué clasificación se me ocurre para los profesores. La de los alumnos la comparto con memuete.

    1) El motivado: suele ser joven y acostumbra a prepararse bien las clases. Se le ve apasionado cuando explica la materia, incluso sonríe cuando lo hace. Se esfuerza por crear debates en foros virtuales (si los hay), hace cine-forums en las aulas… etc.

    2) El inseguro: ése que también se prepara bastante las clases pero al que le cuesta enfrentarse al público. Transmite tanta inseguridad en su forma de hablar… que inquieta y quita las ganas de asistir. Le gusta innovar, también y seguro que tiene muchas ideas y buenas… pero a la hora de llevarlas a cabo no acaba de cuajar por su propio miedo. Suele ser mejor tutor que profesor.

    3) El seguro: vendría a ser «el que es bueno de por sí sin intentarlo» de Arias. Se prepare o no materiales novedosos tiene un don de palabra increíble y una comunicación no-verbal también buena. Logra transmitir seguridad con sus palabras, voz y gestos, incluso miradas. Aunque se equivoque sale airoso de las situaciones porque cree en lo que dice y no teme a su público.

    4) El acomodado: coincide un poco con el último perfil de Arias. Acostumbra a ser mayor, no le gustan las nuevas tecnologías, como mucho utiliza el proyector de transparencias. Prefiere seguir enseñando lo que ha ido enseñando desde hace años… de una forma bastante directa casi dictando sus apuntes. Puede que lo haga sentado en su mesa de profesor o puede que se pasee por el aula. Acepta preguntas y las contesta… pero es poco flexible… es de respuestas fijas.

    Uf.. creo que me estoy dejando llevar demasiado por los prejuicios!!

    Sí, soy pedagoga jejeje pero aún bastante verdecita.

    junio 9, 2008 en 8:15 pm

  9. Bien, no está nada mal, ahí podemos estar retratados unos cuantos. Yo prefiero la mía, de buenos, regulares y malos, porque así permite que un mismo profesor evolucione de una categoría a la otra (evolución transversal, como las competencias 🙂 ). En la tuya el motivado o el seguro pueden evolucionar hacia el acomodado, pero el inseguro no veo yo muy claro hacia donde podría evolucionar.
    Vamos que el tema da para largo.
    Y habrás visto que no tengo nada contra la pedagogía, sino todo lo contrario. Descubrí a Paolo Freire hace muchos años quien con su Pedagogía del oprimido dió razón de ser a parte de mi vocación.

    junio 9, 2008 en 8:41 pm

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